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"Todo lo que sabemos, lo sabemos entre todos".
Campesino analfabeto andaluz

jueves, 20 de enero de 2011

La vida en sociedad

Mientras el psicólogo Nicholas Humphrey observaba un grupo de macacos Rhesus nacidos en el laboratorio, para llevar a cabo con éxito una gran cantidad de pruebas complejas, se preguntó cómo era posible que estos monos pudieran hacerlo tan bien en ese entorno de cautividad, cuando en realidad no habían tenido que buscar comida ni defenderse de depredadores en toda su existencia.

Somos primates: La vida en sociedad (1)
Humphrey llegó a la conclusión de que lo que desencadena la inteligencia de los primates de manera fundamental es el entorno social, ya que estos macacos sí vivían en grupos sociales diferenciados. Estas conjeturas, junto a estudios más recientes que muestran una fuerte correlación entre el tamaño del grupo y el volumen relativo del cerebro -o coeficiente de encefalización-, han llevado a formular la “hipótesis de la inteligencia social”. Dicha hipótesis desarrolla la idea de que la aparente inteligencia superior de algunos animales fue estimulada de manera principal por la compleja red de relaciones en la que primates humanos y no humanos debemos manejarnos todos los días.
Desde hace unos pocos años, hay un interés creciente en conocer la relación que existe entre vida social intensa y calidad de vida. Son decenas ya las investigaciones que muestran los beneficios directos de mantener relaciones satisfactorias de acuerdo con algunos indicadores observables, como son una mayor longevidad y una menor presencia de glucocorticoides, unas hormonas relacionadas con el estrés.

Hoy en día sabemos muy bien que el entorno social tiene efectos directos sobre las respuestas fisiológicas de los individuos. Por ejemplo, en varios estudios con monos ha quedado probado que los efectos negativos que suelen desencadenar los estímulos estresantes son menores si suceden en presencia de familiares o amigos. De manera paralela, Robert Sapolsky, neurobiólogo de la Universidad de Stanford, ha mostrado una correlación entre integración social de los babuinos y la presencia de niveles altos en sangre de esos mismos glucocorticoides.
Una de las manifestaciones más interesantes del fenómeno de la inteligencia social son las alianzas. Además, estas son algunas de las formas que puede adoptar la cooperación en una gran cantidad de especies. Los primates, por ejemplo, suelen mantener diferentes tipos de intensidad en las relaciones con unos u otros miembros. Aunque lo normal sean relaciones compuestas por dos individuos, no es infrecuente que se involucren a más sujetos formando complejas coaliciones. Puede ser entre miembros de distinto sexo, normalmente con fines reproductivos y, entre miembros del mismo sexo, con quienes se suele participar en actividades que implican colaboración como pueden ser la defensa de depredadores, la caza colectiva y hostilidades hacia otros miembros o coaliciones del propio grupo.
Las alianzas se suelen cuidar y mantener por medio de varios mecanismos, entre los que destacan la reciprocidad, el altruismo y la manipulación táctica. Los investigadores Dorothy Cheney y Robert Seyfarth afirman que es el intercambio de servicios, como el grooming (acicalamiento), la ayuda o compartir comida, lo que condiciona la intensidad de las relaciones entre los primates.
Algunos de los estudios más interesantes sobre las coaliciones los llevó a cabo un primatólogo llamado Ronald Hall en los años sesenta con babuinos en Kenia. Éste pudo demostrar que el éxito social de los machos de esta especie, dependen de su predisposición a luchar, pero por su tendencia a cooperar con otros compañeros también.
Acicalamiento social entre un par de macacos japoneses (imagen: Wikipedia).

Los primatólogos Carel van Schaik y Filippo Aureli, definen una relación valiosa como aquella que sucede entre dos individuos, en la cual existe una mayor frecuencia de comportamientos amistosos, como el citado grooming, además de una menor tasa de agresiones junto a un mayor número de episodios de ayuda en conflictos contra terceros. Esta observación relativa a una menor tasa de conflictos ha sido puesta en entredicho en varias publicaciones en las que se hallaron mayor número de conflictos y reconciliaciones precisamente en aquellos compañeros que mantenían relaciones de calidad.
El primatólogo Frans de Waal, estuvo observando durante cinco años la colonia de chimpancés de Arnhem, en Holanda, y ha podido demostrar con datos fiables cómo estos simios tienen sus simpatías y antipatías personales a la hora de apoyar o abandonar a miembros que están involucrados en un conflicto. Además, hay diferentes maneras de entender estas asociaciones dependiendo del sexo. Según de Waal, de manera muy general, las alianzas entre machos suelen tener como objetivo la dominancia, mientras que las que forman las hembras son para proteger a amigos y familiares.
Asimismo, de Waal ha podido constatar que estos vínculos, aunque suelen ser estables, pueden cambiar con el tiempo, como ocurre en humanos. Un comportamiento muy típico tanto en primates humanos como no humanos es lo que se llama “redirigir la agresión” hacia una tercera parte no implicada, algo muy frecuente entre los adolescentes -y los que no lo son tanto- de nuestra especie. Pues bien, estas víctimas no son elegidas de manera aleatoria, sino que suelen ser amigos de nuestros agresores o miembros cercanos a él socialmente. Este patrón de conducta también ha sido encontrado en varias especies de mamíferos sociales, como por ejemplo las hienas.

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